Después de tantos años de relación secreta, Timur y Rengin se enfrentan por fin a la verdad. Él lo tiene claro: no puede seguir fingiendo lo que no siente.

Timur ha regresado a casa y Rengin no lo esperaba. Al verlo, lo ha recibido con cierta distancia. “¿Creías que no iba a volver?”, le ha soltado él, sabiendo perfectamente lo que pasaba por su cabeza.

No han hecho falta muchas palabras. Timur ha sido directo. No le ha reprochado que se negara a pagar la segunda parte de la hipoteca de la mansión donde vive Bahar. Esta vez ha hecho autocrítica. “Nuestra relación siempre fue un secreto… y al final pasó lo que tenía que pasar. Os perdí a las dos”.

Ha hablado de Parla, de la doble vida, del daño que causó. Pensó que podía tener dos familias y hacer feliz, al menos, a una. Pero ni eso. Rengin, dolida, le ha dicho lo que lleva tiempo callando: que nunca quiso intentar nada con ella porque nunca dejó de pensar en Bahar.

Luego, Timur ha sido claro. Ha dicho que no está en casa por la hipoteca, ni por su dinero: “Estoy aquí porque también te fallé a ti. Y cumpliré con mis obligaciones. Pero no esperes más que eso”.

Rengin, sin rendirse, le ha hecho una propuesta desesperada: “¿Y si lo intentamos? Por Parla. Por todos estos años. A lo mejor, se produce un milagro”. Pero Timur no ha dicho nada más. El silencio lo ha dicho todo.