En un año en el que las ficciones nacionales aún no habían ofrecido una apuesta de gran nivel, HBO Max irrumpe con fuerza con ‘Furia’, una comedia negra que se convierte desde su primer episodio en un artefacto estético, narrativo y emocional de primer orden.

Encerrada en su caserón de lujo, rodeada de un jardín inabarcable y esculturas inquietantes que mezclan bebés con armas, Marga (Carmen Machi) vive entregada a un arte tan provocador como ambiguo.
¿Es su éxito fruto de una mirada crítica o de su clase privilegiada? Así arranca ‘Furia’, la nueva y potente apuesta de HBO Max, que no se conforma con contar historias de mujeres, sino que explora los márgenes de su rabia.
La vida ordenada de Marga se resquebraja pronto. Su marido, Roberto (Alberto San Juan), tiene una aventura con Tina (Claudia Salas), la joven asistenta que también habita la mansión.
Este triángulo, aparentemente contenido entre los muros del hogar, estalla en apenas treinta minutos, marcando el tono de una serie que hace de la tensión constante su principal recurso narrativo. No hay tregua ni concesiones: en ‘Furia’, cada episodio hierve hasta estallar.
Carmen Machi inaugura una galería de personajes femeninos que componen un retrato coral de mujeres llevadas al límite. Pilar Castro es Vera, una chef vegana arruinada por un crítico; Candela Peña da vida a Nat, dependienta de boutique elitista amenazada por el edadismo;
Nathalie Poza encarna a Adela, desempleada y a punto de ser desahuciada junto a su madre senil; y Cecilia Roth, como Victoria, representa a la actriz marcada de por vida por el cine del destape. Todas ellas sufren agresiones sutiles o explícitas que las obligan a reaccionar. La furia, como título y motor, no es una metáfora: es acción, es respuesta.
Con un guion firmado por Félix Sabroso y Jau Fornés, ‘Furia’ se permite cruzar historias sin perder cohesión ni ritmo. Lejos de ser una simple suma de relatos independientes, los capítulos se entrelazan con precisión de dominó. Lo que ocurre en uno repercute en otro, creando una estructura viva, orgánica, donde el caos aparente esconde una lógica férrea. Cada mujer es causa y consecuencia de otra.
Uno de los mayores aciertos de la serie reside en cómo Sabroso dirige con precisión quirúrgica, encuadrando cada escena con una estética tan cuidada como insólita.
La música de Aitor Etxebarria subraya la ironía de muchas situaciones sin caer en la caricatura. Hay momentos costumbristas, otros directamente absurdos, pero todos comparten una mirada femenina afilada, que interroga sin paternalismos ni didactismos.
‘Furia’ también se adentra en cuestiones universales: el abuso de poder, la explotación del cuerpo femenino, la hipocresía del mundo del arte y del entretenimiento, la presión estética, la violencia invisible del sistema económico. Todo ello filtrado por una perspectiva que no olvida ni la sátira ni el humor negro. La comparación con Almodóvar es inevitable, pero Sabroso imprime aquí su propio sello, más directo, más amargo.
La serie se compone de ocho episodios de media hora que pasan en un suspiro, pero dejan poso. En un 2025 hasta ahora escaso de propuestas españolas arriesgadas, ‘Furia’ se alza como un oasis de calidad, con un reparto en estado de gracia que incluye también a Francesc Garrido, Pedro Casablanc, Pepón Nieto, Iván Pellicer o Marilú Marini.
Todos ellos orbitan alrededor de las verdaderas protagonistas: cinco mujeres que, enfrentadas al desprecio, la humillación o la traición, deciden no callar.
‘Furia’ no es solo una serie: es una declaración. Un retrato mordaz de una sociedad que aún no sabe qué hacer con la rabia femenina. Y al mismo tiempo, una propuesta estética única, desafiante, hecha con pulso firme y mirada propia. Para quienes buscan algo más que entretenimiento, HBO Max tiene ya disponible la serie más intensa del verano.