Netflix estrena este viernes 20 de junio ‘Olympo’, su nueva serie juvenil de producción española que promete elevar las pulsaciones del público adolescente (y no tanto).
Ambientada en un exclusivo centro de alto rendimiento deportivo en los Pirineos, la ficción mezcla competencia, misterio, deseo y una carga crítica sobre el dopaje y la homofobia en el deporte.
La plataforma lanza así una de sus grandes apuestas estivales con la ambición de replicar el fenómeno de ‘Élite’, aunque esta vez, en lugar de clases de economía, hay rutinas de entrenamiento extremo.
La historia arranca con la llegada de Zoe (Nira Osahia), una joven atleta becada que accede al prestigioso CAR para cumplir su sueño de convertirse en heptatleta profesional. Desde el primer día, se sumerge en un entorno exigente, donde los horarios son implacables, los cuerpos son máquinas y la presión por destacar lo inunda todo.
Allí conoce a Amaia (Clara Galle), capitana del equipo nacional de natación artística y ejemplo viviente de la autoexigencia. Amaia, que arrastra la sombra de una madre olímpica, vive con la perfección como única meta… hasta que su mundo comienza a tambalearse.
La serie, de ocho capítulos, explora con crudeza el lado más oscuro del deporte de élite. La sospechosa mejora de algunos atletas, el grave accidente de la nadadora Nuria (María Romanillos) y la obsesión de Amaia por destapar una trama de dopaje estructural son solo algunas de las tramas que construyen un thriller que no se queda en la superficie.
Los creadores Jan Matheu, Laia Foguet e Ibai Abad, junto con Zeta Studios (productora también de ‘Élite’), introducen así una narrativa donde la ambición y la ética chocan con fuerza, mientras se despliega un retrato generacional que explora las grietas emocionales de sus protagonistas.
Lejos de ser una simple heredera de ‘Élite’, ‘Olympo’ se adentra en aguas más turbias. El deporte es aquí escenario y metáfora. La serie no teme abordar con franqueza temas como la homosexualidad en entornos ultracompetitivos.
Roque (Agustín Della Corte), líder del equipo de rugby, lleva sobre sus hombros uno de los arcos narrativos más potentes: su lucha interna y externa por asumir su identidad sexual en un entorno que sigue premiando una masculinidad tóxica y castigando cualquier desviación del molde tradicional.
A diferencia de otros dramas juveniles, ‘Olympo’ evita los clichés fáciles. Las escenas íntimas están lejos del mero efectismo visual. En lugar de morbo, transmiten tensión emocional, incomodidad e incluso vulnerabilidad.
La cámara trata los cuerpos no como trofeos, sino como campos de batalla donde se libran conflictos de pertenencia, miedo y deseo. La fotografía, atlética y contenida, sustituye las discotecas y aulas de diseño por piscinas, vestuarios, pistas de atletismo y comedores asépticos.
Los paralelismos con ‘Élite’ son inevitables, desde su apuesta por el misterio hasta el juego de alianzas cambiantes. Sin embargo, ‘Olympo’ aporta una mirada más social y comprometida. Si en Las Encinas los personajes luchaban por amor, poder o estatus, aquí los protagonistas lo hacen por algo aún más precario: su futuro.
La presión por conseguir uno de los patrocinios Olympo —la única vía para aspirar a los Juegos Olímpicos— revela una estructura deportiva donde el mérito va siempre acompañado de exposición mediática, estética comercial y favores institucionales.
El dopaje, gran tabú en el deporte, es otro de los ejes de la serie. Pero lo que ‘Olympo’ consigue retratar con acierto es que el problema no está en el atleta que cruza la línea, sino en el sistema que empuja a cruzarla.
Lejos del sermón, la ficción plantea la adicción al rendimiento como un síntoma de un modelo roto. Los entrenadores, las familias, los patrocinadores… todos participan de una maquinaria que exige excelencia sin descanso y promete recompensas a cambio de silencio.
En medio de todo esto, destaca una frase que pronuncia Nuria a Amaia: “Querer no es poder. El esfuerzo no es lo que te hace ganar, sino hasta dónde estás dispuesta a llegar”. Es una declaración que resume el espíritu de ‘Olympo’ mejor que cualquier tráiler: aquí no hay héroes, sino jóvenes al límite.
El reparto, formado por jóvenes talentos como Nuno Gallego (‘Élite’), María Romanillos (‘Paraíso’), Juan Perales, Najwa Khliwa y el propio Della Corte (con pasado en la selección uruguaya de rugby), se ha enfrentado a meses de preparación física para encarnar a sus personajes. Más allá del físico, los actores aportan una carga emocional que da profundidad a un elenco coral donde cada historia cuenta.
‘Olympo’ no es una serie perfecta, ni lo pretende. Su guion no reinventa el género, pero lo enriquece con capas temáticas poco habituales en la ficción juvenil.
Es, en definitiva, un drama deportivo con conciencia crítica, que habla tanto de cuerpos entrenados como de almas rotas. Tiene el envoltorio para ser un éxito entre el público joven, pero también el contenido para dar que hablar más allá de su estreno.
Si logra mantenerse en pie después del primer salto, puede que no solo conquiste el verano, sino también el podio de las ficciones juveniles con algo que decir.
